Preámbulo

















Louis Kahn working on Fisher House design, 1961.
© Louis I. Kahn Collection, University of Pennsylvania and the Pennsylvania Historical and Museum Commission.
(Fotografía tomada del artículo titulado: "Even A Brick Wants To Be Something" - Louis Kahn por Costas Voyatzis, del 09/06/2013, en revista digital Yatzer)

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Arquitecto o arquitecta es quien asume por misión prescribir y representar lo edificable; ejerce su profesión al imaginar y proyectar posibles editopías mientras labora en el diseño de lo que ha de ser edificado para el bienestar de quienes habrán de habitar.
 
Arquitecto es quien participa, desde su saber proyectar, en la realización de un mundo que se transforma o intenta transformarse. Es alguien que asume como obligación y deseo el encargo de prever bienestar mientras profesa la posibilidad de lograrlo, alcanzando una disposición de su espíritu que le permita perseguirlo. Siente fe, afecto e interés para perseverar libre y voluntariamente en la realización de tal empresa, en la que se es siempre, tan sólo, un colaborador.

Es arquitecto quien contempla reflexivamente un mundo desde el cual se hace presente, para otros, a través de su labor. Un mundo que le precede y al que imagina transformar. Un mundo de cosas que sólo adquieren sentido cuando el habitar es fe y la vida religión.



Cinco conceptos constituyen la esencia del ser arquitecto. Tres de ellos son fundacionales: materia, espacio y forma, desde los cuales todo quehacer adquiere posibilidad. El cuarto concepto le da propósito, pues un arquitecto bien fundado presiente ideas que, devenidas en el resplandor de las formas espaciales, comprendidas como estructura de todo cuanto es, incluso de sí mismo, logra proyectarlas y actúa para explicarlas y ofrecerlas como bien realizable, publicable. Así, el quinto concepto, el recorrido de lugares arquitectónicos, emana para contener y religar a los anteriores; es símbolo de la vida que da sentido a toda edificación, a toda obra que cuida y avía el habitar.

Quienes, desde sus íntimos horizontes, construyen miradas aprendiendo mundos que imaginan proyectando y diseñando desde la Arquitectura hacia quienes habitarán, haciéndose personas y ciudadanos van; y, entretanto, quizás, haciéndose arquitectas, arquitectos, también van.

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En el desempeño de su oficio el arquitecto proyecta un tramado teórico de conceptos, imágenes, definiciones, recursos, hasta perfilar el orden de la sociedad de estancias que integrarán una edificación de adentro hacia adentro. Al hacerlo, expone un discurso hecho de voces, sombras, rocas y geometrías. Por ello quizás la Arquitectura. Porque el deseo de comunión mueve al ser humano. Por eso aún, desde nuestras distancias, parafraseamos a Kahn cuando afirma que el valor de un arquitecto depende más de su capacidad de comprender qué es 'la casa' que de su proyecto de 'una casa': la pervivencia de una idea en la extensa, incesante, inagotable y caótica diversidad  de lo real.



De adentro hacia adentro es declarar como principio una topología, una determinada manera de comprender la realidad asumiéndose siempre inmerso en ella, ser hecho de ella y estar en ella. La inquietud surge al intentar decir yo (que es también decir un nosotros) en la realidad. Inquietud casi imposible de domar cuando logramos comprender, superando todas nuestras resistencias, que esa penumbra de realidad que no cesa de moverse ante nuestros ojos, nuestros falibles ojos, es un universo iluminado y asombrado de muy diversas realidades, yuxtapuestas o articuladas, contiguas o continuas, concordantes o en discordia, uniéndose o anulándose.

Saber hacer arquitectura en ese universo proteiforme y múltiple tal vez sea como llover sobre un océano. ¿Por qué hemos de hacerlo? ¿Por qué insistir? Y si acaso nos respondemos a favor de continuar intentándolo, entonces ¿cómo hacerlo? Porque todo hacer es un acuerdo entre poesía, teoría, práctica y técnica; es siempre un conjunto de actos sobre el mundo, intencional en algún grado y en algún grado también intenso; ideal siempre, real en toda consecuencia. La arquitectura es el oficio que he escogido para ser en el mundo; y al profesar arquitectura, al laborar desde esa concepción, una de sus realidades cambia y así, esto que llamo nuestro mundo también cambia. Pero ¿al rehacer lo que nos hace, qué sucede con nosotros?



Sucede la crítica, la grieta o el abismo. La pregunta que cala en la realidad para saber si se pisa en firme o no, para hallar los puentes o emplazarlos adecuadamente; para que el vacío que separa realidades les pertenezca y construya otra a la que tal vez nuestros miedos e ignorancias no destruyan tan fácilmente. Toda crisis es un ya ensordecedor, inspirado en la memoria de un cambio y cuyo aliento es siempre otro cambio que algunos desean nombrar progreso.

Quizás en Caracas, en Venezuela, 'el progreso' aún sea una ¿promesa? con vida.




¿Es así en Caracas? ¿Cómo actúa y cómo es un arquitecto en una ciudad que sufre de estar en discordia consigo misma día tras día? Cuando un arquitecto transita por un barrio de Caracas ¿piensa y actúa distinto a cuando transita por cualquier avenida, cualquier calle o cualquier colina de este paisaje, de este trozo de país? ¿En qué consisten las coincidencias? ¿Cuáles son las constantes? ¿Cuáles las diferencias? Y si este arquitecto de Caracas viaja a Angostura, a Bogotá, a Praga o a Bangladesh ¿qué encuentra? ¿Cómo conversa con quienes ahí, cada uno, a su modo, intenta también la Arquitectura?

Desde el proyectar, a través del diseño, en algún lugar de Caracas, desde la duración de un efímero nosotros devenidos ciudadanos y arquitectos, conversemos.


hz




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Muro de mampostería de rocas, casa La etcétera, Ciudad Bolívar. Fotografía: hz, 1993